La inflación, la depreciación del dinero, se ha convertido en parte de la vida cotidiana y sus consecuencias las sienten todos los ciudadanos del país que no han perdido sus habilidades analíticas. Pero este fenómeno económico, aunque reduce el peso real de las carteras de dinero, no siempre es negativo, como es el caso de la inflación progresiva.
Variedades de inflación
Un factor económico como la inflación se caracteriza por la tasa media anual de crecimiento de los precios. Entonces, en el caso de que sea inferior al 10%, la inflación se considera moderada o progresiva. A este ritmo de crecimiento, un ligero aumento de precios es un incentivo para que los compradores inviertan en un producto que mañana se encarecerá un poco. La demanda de los consumidores estimula el desarrollo de la producción y amplía la inversión en ella. La hiperinflación es aquella que comienza entre el 10 y el 50% anual. Esta es una señal alarmante de que la economía del país está al borde del colapso. Con la inflación, que se llama galopante, la tasa de crecimiento de los precios supera el 50%, y sus valores máximos pueden alcanzar valores astronómicos. Esta situación caracteriza el colapso total de la economía, que suele ocurrir cuando ocurre una crisis en el país o se libran guerras.
Procesos económicos con inflación progresiva
La inflación moderada es una depreciación constante del dinero y una disminución del poder adquisitivo, que es típica de la mayoría de los países desarrollados. Dado que es un incentivo para que la población invierta dinero, el objetivo de la política económica de dichos estados no es reducirlo a cero, sino mantenerlo dentro del 3-5%.
Al mismo tiempo, los procesos inflacionarios pueden abrirse y reprimirse artificialmente. En el primer caso, no hay control gubernamental sobre los precios, la inflación se debe al exceso natural de demanda sobre oferta. En el segundo, cuando el Estado se compromete a controlar los precios, la tasa real de crecimiento de la inflación puede ser mucho más alta que la declarada oficialmente, y ya no siempre puede considerarse moderada.
Al mismo tiempo, la inflación abierta no contradice las leyes del mercado y no destruye sus mecanismos, atrayendo inversiones de inversión para expandir la producción y satisfacer la demanda de los consumidores. La población, guiada por expectativas inflacionarias, determina independientemente qué parte del dinero debe gastarse en la compra de bienes y qué parte debe permanecer en forma de depósitos y ahorros. Al aumentar el gasto, los consumidores pueden crear una avalancha de demanda, no respaldada por una necesidad real de un producto en particular, que en algunos casos puede convertirse en un incentivo permanente para aumentar los precios y hacer oscilar el péndulo de la inflación. Para evitar que esto suceda, es necesario que el estado tenga suficiente capacidad de producción y reservas laborales para satisfacer la creciente demanda y detener el crecimiento de la inflación.