La deuda es algo extremadamente indeseable. Sin embargo, hoy en día hay muy pocas personas que nunca pedirían un préstamo. Anteriormente, debido a las deudas impagas, los deudores se suicidaron y se sentaron en los pozos de la deuda. Hoy la situación con la devolución de deudas es diferente.
En la década de los noventa, los tipos duros eliminaron las deudas de los ciudadanos, quienes no solo presionaron moralmente al deudor, sino también argumentos más sólidos. Contra ellos se utilizaron instrumentos de tortura como soldadores al rojo vivo, hierros, puertas, etc. Bajo tal presión, los deudores rápidamente encontraron dinero. Y si había escasez de la cantidad adecuada, los bandidos podían poner al cliente "en el mostrador", lo que agregaba un interés de penalización. Luego, un deudor sin escrúpulos tuvo que vender un automóvil o un apartamento, porque la vida es más cara que la propiedad adquirida.
Hoy, la situación con la devolución de deudas es diferente. Los principios del trabajo de las personas que persuaden al deudor para que devuelva los préstamos han cambiado: en lugar de soldadores y hierros, se utilizan métodos psicológicos de influencia. Esto lo hacen agencias de cobranza, que cuentan con consultores económicos, abogados certificados y psicólogos. La tarea de los cobradores es envenenar la vida del deudor hasta que se pague la deuda, sin importar en qué circunstancias de vida se encuentre. Todo comienza en un momento en que una institución de crédito se desespera por recibir fondos de crédito y pide ayuda a los cobradores.
En un caso, se concluye un acuerdo según el cual los recaudadores reciben un porcentaje fijo de la cantidad adeuda. El banco sigue siendo el acreedor y los cobradores actúan como intermediarios que, si no arruinan, asustan al cliente hasta la muerte. En otro caso, la agencia de cobranza y el banco acuerdan la cesión, es decir, la venta de la deuda. Entonces el deudor se obliga no al banco, sino a los cobradores.
En nuestro país, no existe una ley que regule las actividades de recolección, lo que significa que no existe un control estricto constante. La práctica demuestra que los métodos de trabajo de los coleccionistas son cada día más sofisticados.
Primero, recopilan expedientes sobre el deudor, violando el derecho humano a la privacidad garantizado constitucionalmente. Los coleccionistas encontrarán un cliente en todas partes y, en el mejor de los casos, lo acosarán con llamadas telefónicas, humillándolo y amenazándolo.
Los coleccionistas también utilizan las redes sociales para sus actividades. Al registrarse bajo nombres falsos, entran en correspondencia con una víctima desprevenida y hacen una cita. Cuando se encuentran, pueden limitarse a un recibo para el pago de la deuda, o pueden intimidar tanto a una persona que pagará incondicionalmente una gran deuda.